De reforma a la justicia, a monumento a la impunidad


Por María del Carmen Sosa Sierra
Recientemente tuve la oportunidad de leer uno de los cuentos más cortos de Gabriel García Márquez, quizás éste es el cuento más corto del nobel colombiano. Se trata de “un día de estos”, escrito en 1962 y publicado en el mismo año como parte de la colección de cuentos escritos por García Márquez entre 1954-1962. La colección de cuentos figura con el título de “los funerales de la Mamá Grande”.

En este relato se destaca el papel de un dentista, sin título de profesión y que al parecer era el único dentista de la región pero que desempeñaba sus actividades con pulcritud y esmero casi con obstinación. En la escena recreada y detallada milimétricamente por García Márquez, aparece la figura del alcalde del pueblo, quien tenía cinco días de tener un dolor en una de sus muelas, sin que nadie le pudiese ayudar, porque el único dentista del pueblo y de la región no quería atenderle.

El alcalde utiliza al hijo del dentista para que sirva de intermediario entre él y Don Aurelio Escovar, pero el dentista sigue negándose a prestar sus servicios a semejante personaje. La historia se pone tensa cuando el alcalde le dice al intermediario para que le diga al dentista que le pegará un tiro sino lo atiende. El lector podría imaginar desde ya, de qué estaba hecho el alcalde.

Por su parte el dentista, abre la gaveta y mira su revólver pero decide atender al alcalde, quien acude con su mejilla hinchada y sus ojos marchitos. El dentista siente piedad y le atiende con esmero pero también decide vengarse, pero de manera inteligente; decide sacarle la muela sin anestesia. Al extraer la pieza dental le dice al alcalde: “aquí nos paga veinte muertos, teniente”.

El desenlace de la obra llega a su clímax cuando el dentista le pregunta al alcalde quién pagará la cuenta y coloca una disyuntiva: ¿el alcalde o el municipio?. El alcalde responde que era la misma vaina.

Esta obra pone de manifiesto una realidad tan común en la época en que fue escrita la obra, es decir, la corrupción política, el desgreño administrativo, la violencia, el abuso del poder, el robo al erario público, la conciencia de las masas adormecida por largo tiempo, la impunidad, etc. Todos estos fenómenos se exploran en la historia, especialmente desde la cotidianidad en la vida de los personajes pero también desde la cotidianidad de la Colombia de los años 60s.

Y me pregunto qué podemos decir y hacer  los colombianos del siglo XXI, al ver que el mismo el Congreso de la República legisla a sus anchas para favorecer a quienes han participado de actos en contra de las leyes colombianas entre ellos el enriquecimiento ilícito, parapolítica, tiene nexos con el narcotráfico, etc. Esto ocurrió no hace mucho, cuando el Congreso archivó la famosa reforma a la justicia en sesiones extraordinarias convocadas por el mismo presidente Santos. Episodio que a más de ser bochornoso, resultaba caricaturesco al ver los poderes tirándose la pelotica de la autoría de los micos introducidos en la reforma, de aprobar los textos sin leerlos, y de fingir una responsabilidad social sólo después del escándalos en los medios.

Lo anterior, se ve agravado por la andanada de noticias sobre la corrupción política y administrativa, nexos con la guerrilla y el paramilitarismo, fraude electoral, enriquecimiento ilícito, etc. Noticias, de la que hemos sido testigos mudos en los últimos días.

Ante esta situación pienso que bien podría hacerse un símil entre el cuento de García Márquez y la Colombia del siglo XXI. ¿Cómo deberíamos reaccionar los ciudadanos de bien ante el fenómeno de la corrupción? ¿Deberíamos mantenernos adormecidos, reaccionando sólo de manera temporal ante estos hechos, o de manera inteligente y resuelta como lo hizo el personaje del cuento de Gabriel García Márquez o quizás debemos acudir a la violencia para reclamar nuestros derechos?¿Debemos seguir obnubilados hasta las próximas elecciones y dejarnos tentar por las reparticiones políticas, las viandas, los puestos políticos, las prebendas electorales, las falsas promesas, la compra de votos, etc.?

Qué debemos hacer ante esta realidad, es la pregunta del millón y estoy segura que los ciudadanos de bien, que somos muchos, estaremos dispuestos a actuar de manera responsable y honrada, tal como lo hizo don Aurelio Escovar, pese al inconformismo, injusticia e inequidad que le rodeaba.

Por favor, acompáñenme desde este espacio de opinión para dilucidar este tema y entre todos construir una nación pujante que no se amilana ante los fenómenos descritos anteriormente, sino que el ponemos el pecho a los problemas y juntos lograremos un mejor país.




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